Obligados a jubilarse a la edad de 65 años, negándoles créditos o préstamos, cayendo en el lado equivocado de un límite de edad para la proyección del cáncer, entre otras, son sólo algunas de las formas en que se utiliza la edad avanzada para denegar el acceso a los servicios que teníamos derecho hasta un cierto número de cumpleaños algo “arbitrario”.
Menos obvio, pero no menos discriminatorio, es el prejuicio del “viejismo” presente en cada sociedad. Las personas mayores se consideran menos iguales, menos merecedoras de respeto, menos parte de la sociedad y menos capaces que las personas de edades más jóvenes.
El fracaso del sistema internacional de derechos humanos para abordar esto no ha pasado desapercibido. La necesidad de una nueva convención internacional que proteja y promueva los derechos de las personas mayores ha sido objeto de debate entre los Estados miembros de la ONU durante varios años.
La familia y los derechos de las personas mayores
Se podría pensar que la resolución adoptada el mes pasado por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra sería bienvenida por aquellos que desean ver un fin a la discriminación por edad. Nadie estaría en desacuerdo en que las familias y su entorno son importantes para miles de millones de personas en todo el mundo a medida que envejecemos, incluyendo a las personas mayores con las que trabajamos en HelpAge International. ¿Quién no querría ver más solidaridad entre generaciones, más comprensión y armonía?
Pero en lugar de ser un paso hacia una mayor autonomía, respeto e igualdad para las personas mayores, la resolución las ha puesto en peligro. Lo hace de varias maneras.
En primer lugar, refuerza los estereotipos prejuiciosos de edad, asumiendo que todas las personas mayores viven dentro de familias, lo que no sucede en la realidad. Las familias en todas partes brindan un apoyo crítico a sus miembros mayores, pero a medida que envejecemos, seguimos teniendo derecho a elegir dónde y con quién vivimos.
En segundo lugar, en vez de ampliar el alcance de nuestras vidas en la vejez, la resolución lo reduce. Nos dice que la familia es el primer ambiente en el que las personas mayores pueden desarrollar su potencial. Esto ignora el hecho de que todos tenemos muchos ambientes más allá de nuestras relaciones familiares. Perpetúa las normas del “viejismo” que nos dicen que debemos alejarnos de la esfera pública en edad avanzada y restringir nuestros intereses, preocupaciones y aspiraciones a la vida doméstica.
En tercer lugar, corre el riesgo de hacernos más dependientes de los demás. La resolución alienta a los estados a establecer servicios sociales y de cuidado para toda la familia y los cuidadores individuales. Esto puede sonar prometedor. Pero si los recursos dedicados a la seguridad social, atención y apoyo a largo plazo de las personas mayores se prestan a toda la familia y/o a los proveedores de atención, las personas mayores no tienen ni control ni autonomía sobre cómo se utilizan esos recursos. Como resultado, se vuelven más, no menos, dependientes de los miembros de la familia.
Esto contradice completamente los principios fundamentales de los derechos humanos y las consecuencias pueden ser muy perjudiciales. Si bien las familias pueden estar llenas de amor y alegría, también pueden ser lugares de control y daño, algo que la resolución tampoco aborda adecuadamente ignorando la violencia sexual y las prácticas tradicionales dañinas que las personas mayores, en particular las mujeres mayores, pueden ser sometidas por miembros de la familia.
¿Por qué muchos estados miembros ponen énfasis en las familias?
Las resoluciones no ocurren en un vacío político en el Consejo de Derechos Humanos, y este específico sobre el papel de la familia en la protección y promoción de los derechos de los miembros de la familia es uno de los más controvertidos. Durante los últimos tres años se ha centrado en un grupo “diferente” que puede formar parte de una familia: niños, personas con discapacidad y, este año, personas mayores, pero los temas no parecen ser la principal preocupación de los estados que votan en favor o en contra.
La verdadera batalla que se libra es algo muy diferente
Los Estados que promueven la resolución argumentan que la familia como institución es la unidad fundamental de la sociedad y como tal tiene un papel importante en la protección del bienestar de sus miembros vulnerables. Argumentan que no hay necesidad de reconocer la diversidad de las familias y que esas definiciones deben dejarse a cada estado individual.
Por otra parte, los estados que proponen enmiendas y votaron en contra de la resolución están preocupados porque socava los derechos de los individuos, no reconoce diversas formas de familias y podría ser usado para justificar prácticas dañinas dentro de la familia.
A pesar de estas amenazas a la igualdad y la universalidad de los derechos humanos, como se puede ver más arriba, la resolución fue adoptada: 30 miembros del Consejo de Derechos Humanos votaron a favor, 12 votaron en contra y cinco se abstuvieron.
Todos, no sólo las personas mayores, deberíamos estar preocupados. Debemos hacer todo lo que podamos para que nuestros derechos en la vejez no sean rehenes de los intentos más amplios de revertir los derechos humanos y se aborden de manera más progresiva.
Descargue la resolución de las Naciones Unidas aquí