Por: Mercedes Viera, Mesa de Trabajo de ONGs sobre Personas Adultas Mayores en Perú
En Perú, como en toda América Latina y el Caribe, somos uno de los países con el número de personas mayores más alto de toda nuestra historia, según el Instituto Nacional de Estadística e Informática. Cada día, vemos como este grupo etario crece con necesidades y derechos propios y diferentes a los que se han tenido en el pasado, por lo que la población mayor se debe enfrentar a un mundo que no está preparado para darle lo que necesita, pero que tampoco tiene en cuenta lo mucho que tienen para ofrecer, tanto a la sociedad como a la familia.
Hagamos una mirada a los barrios tradicionales de Lima y nos encontraremos con la gran cantidad de personas mayores que la habitan, que la recorren con mucha más vitalidad, que aquellas que en el pasado tenían su misma edad. El tener una discapacidad no viene significando el encierro en casa, sino que es en estos barrios en donde, con aciertos y desaciertos, se va preparando el lugar para que las personas se desplacen sin problemas, aun cuando cuenten con una silla de ruedas. Lo que sí atemoriza es la agitada vida en la ciudad, el tráfico, el ruido, la inseguridad ciudadana. Pero de igual forma, las personas mayores pueden realizar su vida de manera vital, yendo al mercado, visitando a las amistades, acudiendo al cine. Es una realidad que concentra a muchas personas mayores.
Un gran número de personas mayores viven solas, a veces por carecer de familia cercana, pero también porque requieren de su autonomía para no depender de otros. Sabemos por las estadísticas que más del 30% de las personas mayores viven solas y actualmente ningún gobierno local tiene como meta establecer una política frente a este nuevo fenómeno, muchos se han enfocado solo en tener en cuenta sus necesidades de recreación, y de vez en cuando organizar campañas de salud, pero no estamos viendo que se les capacite en el ejercicio de sus derechos, consagrados en los instrumentos internacionales y en las leyes peruanas.
Escuchamos decir, cuando vemos estos cambios en el paisaje urbano, que “la sociedad está envejecida” y que “la sociedad envejeció”. Pero no es la sociedad la que envejece, las personas que vivimos en ella envejecemos por el paso del tiempo y porque el deterioro por ese paso lo vamos supliendo con ejercicios, mejor alimentación y medicinas que nos previenen de enfermedades. Todo parte de lo que vamos aprendiendo en el camino y del interés que tengamos en lograr una vida plena hasta el último día de nuestras vidas.
Sin embargo, en nuestra sociedad no todos tenemos las mismas condiciones de vida, en los barrios periféricos existe mucha discriminación contra las personas mayores. El hecho de que las familias pobres tengan que “gastar” los escasos recursos familiares en atender a una persona mayor que “no aporta”, puede significar el abandonarla en establecimientos de salud. El programa de Pensión 65 solo cubre a las personas mayores en extrema pobreza y las familias pobres que sobreviven con escasos ingresos, no pueden acudir a este apoyo del gobierno porque no les corresponde.
Igualmente, acceder a la salud teniendo Seguro Integral de Salud no es una garantía pues entre los horarios de atención muchos centros de salud inscriben en la mañana para la atención en las tardes y viceversa. Lo que significa un doble gasto en movilidad y tiempo. La falta de geriatras y personal especializado no puede garantizar una buena atención a los mayores. Sabemos que la sociedad que envejece es la que no se adecua al cambio y esa es nuestra preocupación que seamos una ciudad envejecida por desidia.
Nuestras sociedades todavía necesitan adaptarse a la realidad de que cada vez son más las personas mayores entre sus habitantes, y que es necesario crear nuevos programas que los inviten a conocer y ejercer sus derechos, garantizar que la necesidad de autonomía no se transforme en abandono, crear sistemas de cuidado, mejorar los sistemas de protección a las personas mayores, contra el maltrato y la violencia. En realidad, falta tanto y el tiempo nos puede ganar. Esta es una señal de alarma que queremos encender para llamar la atención a nuestras autoridades para que asuman el reto de mejorar las condiciones de vida de las personas mayores y permitir que todos podamos llegar a un envejecimiento activo y saludable.