“Cada persona canta la canción de su propio destino, y de repente esta canción es cortada por la guerra… ¿Qué haces después de esto, a dónde vas desde allí…?” reflexiona Lyudmila.
Creativa por naturaleza, le gusta ponerse poética admite, pero Lyudmila Tishchenko, de 70 años, sabe de lo que habla. Ella lleva más de cinco años trabajando como asistente social en la región de Dnipropetrovsk, en el este de Ucrania. Además de hablar de su propia experiencia, puede hacer eco de los pensamientos de las personas con las que ha trabajado.
El difícil trabajo de la asistencia social
En noviembre de 2022, Lyudmila se unió al gran equipo de trabajadores de atención social de HelpAge International que apoyan a las personas mayores en toda Ucrania. A pesar de constituir una cuarta parte de la población del país, las necesidades específicas de las personas mayores en la guerra son a menudo desatendidas. El estudio más reciente de la organización revela que este grupo recibe menos asistencia y, en general, se encuentra en peor situación que el resto de la población. HelpAge cuenta desde 2014 con trabajadores sociales para conocer sus necesidades, apoyarles y abogar por una respuesta humanitaria más inclusiva.
El trabajo es difícil, especialmente en el contexto de la invasión a gran escala y la crisis humanitaria más amplia. Algunos de estos casos son impresionantes historias de supervivencia. Lyudmila recuerda a una madre y su hija de 90 y 66 años que pasaron más de 40 días en el sótano antes de conseguir evacuar a un lugar seguro. Habiendo perdido todo lo que tenían, tuvieron que empezar de nuevo, luchando contra los retos del desplazamiento y el deterioro de su salud.
Lyudmila explica por qué eligió una ocupación tan emocionalmente agotadora después de jubilarse: “Me encanta la gente. Disfruto interactuando con ellas. Soy feliz con ellos y empatizo con ellos. Cuando oí que se necesitaban trabajadores sociales, fue una decisión fácil de tomar”.
Tiene a su cargo a once personas a las que visita regularmente para proporcionarles apoyo psicosocial, ayuda e información sobre la asistencia disponible. “Son once personalidades distintas, once circunstancias y necesidades diferentes”, menciona.
Tras tener que huir de las regiones de Luhansk y Donetsk, la mayoría de ellos vive ahora en un refugio. Con una pensión media de 130 euros como único ingreso, luchan por cubrir las necesidades básicas. Algunas carencias se cubren a través de organizaciones internacionales como HelpAge, que proporciona ayudas como sillas de ruedas, bastones y compresas para la incontinencia.
El mayor reto para la mayoría es el acceso a los medicamentos: la única farmacia de la zona no está bien surtida y desplazarse al pueblo vecino puede ser todo un desafío, ya que el transporte público es escaso.
Lyudmila insiste en que necesitan más apoyo. Por suerte, al ser de la misma comunidad y haber vivido experiencias similares, comprende su situación y puede ayudarles simplemente estando allí: “Son muy vulnerables al estrés… a veces lo único que puedes hacer es ser un hombro sobre el que llorar. Puede que no siempre puedas resolver sus problemas, pero les gusta saber que alguien les escucha, que alguien les comprende”.
La inspiradora actitud de Lyudmila
“Dios nos debe querer mucho si nos ha enviado a Lyudmila”, dice una mujer de 89 años, conmovida por la ayuda. “Las compresas para la incontinencia, los andadores… las cosas que necesitamos, sobre todo las que tenemos más de 70 años, son muy caras. Nunca nos lo habríamos podido permitir”, explica otra mujer de 65 años.
La mayoría de la gente de esta región prefiere permanecer en el anonimato, ya que les ayuda a mantener la realidad a distancia hasta que vuelvan a sentirse ellos mismos.
“La gente está desesperada, tengo que hacer acopio de toda mi fuerza y optimismo para mantenerlos en pie”, dice Lyudmila.
El optimismo es algo que la caracteriza. Todos los miembros del personal de HelpAge que han trabajado con ella dicen que es la persona más inspiradora que han conocido. La propia Lyudmila se ríe de que se deba a su “edad y a la diversidad de su experiencia laboral”.
“He tenido una gran variedad de trabajos, desde especialista en cría de animales hasta ayudante de laboratorio y bibliotecaria. El trabajo es un tesoro, pero hagas el trabajo que hagas, lo más importante es mostrar humanidad, sentido de la justicia y compasión”. Esto también le ha ayudado en su trabajo con personas mayores: “Como asistente social, tienes que tener esa empatía y perseverancia”.
Experiencia personal durante la guerra
La invasión a gran escala desencadenó una mezcla de emociones: conmoción, traición, negación, pero también determinación: “La gente que pensábamos que eran como hermanos para nosotros, resultaron ser nuestros enemigos… Mi marido y yo decidimos no evacuar. Llevamos 49 años casados y no fue una decisión con la que tuviéramos ningún desacuerdo. Es difícil explicar por qué. Supongo que, durante algún tiempo, no quisimos aceptar lo que estaba ocurriendo. Ahora es porque tenemos fe. Fe en nuestro país y en nuestra gente”.
Los meses fríos fueron los más duros. Con los cortes masivos de electricidad, la casa de Lyudmila, así como el refugio para desplazados, pasaban tanto frío que afectaba a su salud. A menudo no podía ponerse en contacto con el refugio por teléfono para ver cómo estaban las personas mayores, así que tenía que ir físicamente a verlos.
En Kurylivka, un pequeño pueblo al oeste de la ciudad de Dnipro donde vive Lyudmila, la situación es ahora un poco más tranquila en comparación con principios de 2023. Sin embargo, los sonidos de explosiones lejanas siguen siendo un fondo constante. Después de lo que, según Lyudmila, fue el año más aterrador de su vida, el miedo inicial ha sido sustituido por la esperanza: “Esperamos que triunfen el bien, el trabajo duro y la justicia”.
Por Tamta Davitaia, Responsable de Comunicación y Medios Humanitarios, Ucrania